Las empresas quieren que deje de fumar por su salud (y su productividad)

“Dejar de fumar es lo más importante que he hecho en mi vida”, así de tajante se manifiesta Javier Calvo, director de la red de centros de formación Campus FP. Reconoce que los cinco primeros días fueron “un auténtico pulso conmigo mismo” sobre todo para superar “las asociaciones al café y al trabajo”. Acabar con esta adicción en el ámbito laboral no solo supone reducir los riesgos profesionales y su coste derivado, también es mejorar una productividad, que puede llegar a aumentar hasta en un 4,5%, según la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica. Entre los directivos, el tabaquismo llega a impactar incluso en el resultado de sus negociaciones.

 

Una coyuntura en la que el ejecutivo que fuma “es más débil y vulnerable” para aguantar las largas horas previas a un pacto “porque el mono le va a empujar a levantarse de la mesa”, explica José Capote, psicólogo experto en adicciones y creador del método El último pitillo. Algo que suscribe Pilar Galeote, profesora de Negociación en IE Law School: “La falta de tabaco en sesiones que se prolongan puede actuar como estresante de la conducta y provocar mayor alteración emocional. Esto dificulta la consecución del acuerdo y las relaciones con los otros, pero también afecta a nuestra marca personal”.

 

El Plan Nacional sobre Drogas señala que el 35,6% de la población laboral fuma a diario. Por ello cada vez son más los programas que ofrecen dejar de fumar a través de la empresa. Algo que conlleva menos bajas prolongadas, mayor motivación y favorece el clima laboral. Banco Santander, por ejemplo, cuenta con el programa Vivir a todo pulmón, en colaboración con la Clínica Universidad de Navarra y la Asociación Española contra el Cáncer. Además, su iniciativa #Respirolibreenestelugar prevé más espacios libres de humo en las zonas de comedores, puertas de los edificios o en áreas exteriores. También Aqualia o Heineken tienen planes gratuitos, como Exfumate, de esta última, para los empleados que opten por apartarse del tabaco, y la Federación Española de Fútbol sigue el programa de deshabituación tabáquica que imparte la Asociación Española contra el Cáncer.

 

A pesar de que oficinas y puestos de trabajo son lugares libres de humo desde la entrada en vigor de la reforma de la Ley Antitabaco en 2011, lo cierto es que las pausas para fumar registran un importante consumo. Esto acarrea un coste a las empresas de 26.000 millones de euros al año, según un estudio del portal de empleo Jobatus, que tiene en cuenta, además del tabaco, otros tiempos muertos como el café, el almuerzo o ir al baño. El estudio cuantifica que un trabajador destina nueve minutos al consumo de un cigarrillo y eleva hasta cuatro pitillos los que fuma en su jornada laboral, lo que supone una pérdida de 36 minutos diarios. “No es solo el tiempo que pierde fumando, sino el que desconecta de su desem­peño laboral pensando cuándo va a salir de nuevo”, explica Capote.

 

Frente a esta pérdida de productividad, el absentismo que producen las enfermedades asociadas al tabaquismo y sus muertes (54.00 anuales estimadas, según publica la Revista Española de Cardiología), las empresas se echan en brazos de métodos que aseguran altas cuotas de éxito. Todos coinciden en un único requerimiento: querer dejarlo. “Trasladamos el conocimiento del saber al sentir para que el trabajador entienda que fumar, en realidad, no le gusta. A partir de ahí puede usar esta herramienta que en 40 días, de forma científica y sin medicación, le acompaña para su total renuncia”, asegura el autor de El último pitillo, cuyo coste es de 89 euros por persona. A él se han sumado trabajadores de empresas como Bytic, Brix Projects o Impulso 06. En Campus FP se ha acogido el 40% de la plantilla y lo ha culminado con éxito el 50%. “Su formato digital da libertad para acceder a las sesiones en tiempos muertos”, valora Javier Calvo.

 

Retiro rural
Asistir a un retiro en medio de la naturaleza en Las Hurdes (Cáceres) es la propuesta que hacen desde Akassa para dejar de fumar en tres días. Esta alternativa de desintoxicación ofrece lofts bioclimáticos, promete total acompañamiento y solo te aceptan “si hay deseo real de abandonar la adicción”, dice su gerente, Ignacio Paredes. Tanto para grupos (16 personas máximo) como individual, aquí hablan de un “servicio muy personalizado” más que de un tratamiento. Su coste es de 400 euros incluyendo alojamiento, y, en caso de no lograrlo, “devolvemos el dinero”.

 

En este remanso de paz, aislados y sin posible tentación, “se reflexiona sobre qué aspectos de la vida personal y laboral le han empujado a fumar”. Una vez identificados, se trabaja desde la psicología sistémica con meditación. “Le damos a la persona todo el poder para que identifique la causa por la que se inició. Esto le empodera para que sea él quien tome la decisión de dejarlo”, sentencia Paredes. También Proyecto Hombre Valencia cuenta con un programa de tabaquismo que emplaza a su abandono en seis sesiones repartidas en 10 semanas para grupos de 8 a 16 personas con un precio de 1.500 euros. Lo han seguido trabajadores de empresas como UME, SAV, ArcelorMittal, Manufacturas Ceylan o Grupo Danone, con un éxito de entre el 65% y el 78%.

 

Su método se basa en descubrir los desencadenantes y elaborar desde ellos estrategias personales. Un proceso que incluye, además de motivación, formación sobre propiciadores, alimentación, sueño, ansiedad y práctica de ejercicio físico. Implementado en la mayoría de las comunidades, su efectividad se logra “por la combinación del compromiso, apoyo, sentido de pertenencia y presión positiva del grupo, y una progresión conjunta”, aprecia Fernando Ribas, técnico en Prevención Laboral de Proyecto Hombre Valencia.

 

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